A menudo se anteponen argumentos para justificar a la música sobre una base moral. Lutero, Milton y Burton defendieron a la música con vehemencia, basándose en que ésta forma hombres buenos y gentiles. Pero podemos justamente afirmar que este argumento se derrumbó cuando Beethoven fue adoptado por los nazis -que no fueron, por cierto, gentilhombres-.
- La música puede ayudar a promover muchas cosas; la sociabilidad es una de ellas, gracia, éxtasis, fervor religioso o político y sexualidad son algunas otras. Pero la música en sí misma es fundamentalmente amoral. No es ni buena ni mala, y no hay evidencias concluyentes de una relación entre el carácter humano y las preferencias estéticas.
- La música existe porque nos eleva de nuestro cautiverio vegetal a una vibrante vida.
- Alguna gente (siguiendo a filósofos como Schopenhauer y Langer) cree que la música es una expresión idealizada de las energías de la vida y del universo mismo, y no cabe duda de que esta idea puede concretarse de manera actractiva y convincente, como lo hicieron ya Dalcroze y algunas pocas figuras más.
- Así podemos demostrar que la práctica de la música puede ayudar al niño a coordinar los ritmos motores del cuerpo.
- La música puede igualmente correr, saltar, cojear, balancearse. Puede sincronizarse con pelotas que rebotan, con olas, con galopes de caballos y con cientos de otros ritmos cíclicos o regenerativos de la naturaleza y del cuerpo.
- Cantar es respirar.
- La música existe de modo tal que podemos sentir el eco del universo vibrando a través nuestro. Para captar estas vibraciones necesitamos una música intrépida -que estimule la mente, heurística, imaginativa-, una música en la que se unan la mente y el cuerpo en actos de autodisciplina y descubrimiento.
- Justificar la música fundamentalmente sobre otras bases que no sean su importancia para la estimulación y coordinación intelectual, muscular y nerviosa conduce a problemas que sólo pueden ser resueltos a la larga por medios no musicales.