Frecuentemente presenciamos comentarios de rechazo hacia la música “culta” contemporánea por parte de los propios músicos. Muchos de ellos manifiestan su falta de conexión, de comprensión frente a esta música que les perturba sin decirles nada. A un músico que se haya formado, o que se esté formando, en un conservatorio o en una escuela de música tradicional, la música “culta” contemporánea le queda tan lejana como si perteneciese a otra cultura, es para él un dialecto incomprensible dentro de su lengua.
Lo anteriormente citado, puede deberse en parte a la poca presencia que tiene esta música “culta” contemporánea en todo el proceso formativo musical. Los planes educativos de música occidentales son aún, en gran medida, decimonónicos, por lo que no se ajustan a las necesidades y realidades del presente, ya que la música continúa su evolución, y los rebasa. Estos planes se siguen centrando en el estudio de todo el repertorio tonal que abarca aproximadamente desde el barroco tardío hasta principios del siglo XX (en el cual la tonalidad ya se haya diluida). Por otro lado, las enseñanzas tradicionales carecen de un verdadero margen de variedad en la producción de sonidos y en cuanto a rítmica, timbre, improvisación, y exploración musical en general.
Tras todo lo expuesto, he de decir que uno de los mayores perjuicios que supone este alejamiento de la música contemporánea es el que no se establezcan criterios fundados de selección y de valoración, hecho del que se aprovechan en ocasiones muchos de los compositores de hoy.